“Enola Gay”, en principio, es una historia de amor y desencuentro masculino, de creación y destrucción, que funciona como una alegoría también antagónica de lo terrestre y lo divino. Con ella, su autor, Luis Armenta Malpica obtuvo el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 2020, al ser considerada una pieza que destaca por su potencia enunciativa y su capacidad para sintetizar y articular una reflexión de la historia reciente.
Fue pensada como un libro de poemas cuyo formato unitario permite una lectura narrativa, de ficción, dentro de lo que podría considerarse una biografía ficcional, inexacta, amparada por personajes tomados de la historia pero que representan o acumulan características biográficas personales y cercanas. De igual manera es un compendio muy híbrido, parte de un diario narrativo, que se conforma de poemas en verso y en prosa, algunos con estructuras tradicionales y otros alimentados por la multireferencialidad.
“Digamos que su base es la oposición: Oriente y Occidente, Paraíso e Infierno, pero la manera de circular en el libro, como en el mundo, se realiza por la parte intermedia de esos polos: el Purgatorio que vivimos como presente, no completamente ajeno al pasado ni consciente del futuro que formamos con nuestras acciones y deseos”, explica el también traductor y ensayista.
¿Cómo te sientes por el galardón que obtuviste con este libro?
Completamente feliz. “Enola Gay” es un libro brutal (palabras de la poeta y ensayista María Ángeles Pérez López), ambicioso y complejo (al decir de Miguel Maldonado) y eso es lo que busco en la literatura. Respeto, pero me aparto, de esa literatura ligera, mundana, desenfadada y breve que aparece por centenas en un año. Mis ideales son las obras monumentales de Dante, Melville, Whitman, William Carlos Williams, Edgar Lee Masters, Inger Christensen, etc. Con esto no quiero decir que me considero a su altura, pero son mis modelos. ¡Cómo no me va a enorgullecer que tres colegas, que no son mis amigos y no opinan a ciegas, pues el jurado no recibe seudónimos sino obras publicadas, opinen que es el mejor libro publicado en México!
¿Qué te inspiró a crearlo?
La película “Je vous salue, Marie” (1985) de Jean-Luc Godard, y toda la polémica que levantó, incluyendo las amenazas de quemar las salas de cine en las que se presentaba fue, desde que la vi, un aliciente para trabajar esa otra manera de representar la concepción. Si recuerdas, María queda embarazada al paso de un avión, sin haber tenido sexo con ningún hombre. Por contraste, el bombardero que soltó la bomba (Little Boy) en Hiroshima fue nombrado Enola Gay, como la madre de uno de los oficiales a cargo. Me gusta trabajar las oposiciones y esta oportunidad me pareció perfecta, pero no encontré el detonador adecuado. Pasaron los años y yo venía de escribir un cancionero a partir de elementos del rock y folk americano, “Greetings to the Family”, y me di cuenta que dejé pendiente a Pink Floyd. No había incluido ni un tema inspirado en mi grupo musical favorito. Así que comencé a escuchar de nuevo, obsesivamente, los discos de Pink Floyd. El entramado del proyecto se empezó a unificar con la película “The Wall” (1982), a partir de su álbum homónimo (1979) y esa figura materna tan poderosa y represiva como lo puede ser la sociedad. Pensé en Stonewall, en el muro de Berlín y su derribo, en las amenazas de Trump de levantar un muro completo en la frontera con México y, de pronto, ya estaba la estructura del poemario.
Es obvio que su título lo tomas del avión bombardero estadounidense, sin embargo, al leerlo encontré algunos nexos homoeróticos: ¿Podrías hablar de los elementos homosexuales de “Enola Gay”?
Toda la historia de amor y desamor de este libro la viven dos varones: Paul Tibbets y Yukio Mishima. El oficial norteamericano no era gay, pero el escritor japonés sí. Al principio, quise que los dos oficiales estadounidenses fueran los sujetos del poema, pero el libro se desvió e hizo una historia paralela, pero también yuxtapuesta y fragmentaria. Hay decenas de representaciones de uno y otro: Peter Brueghel el Viejo y Caravaggio, en el mundo de las artes plásticas; o Pink y Pinkerton en el plano musical. Finalmente, Paul Tibbets resultó más eficaz como un soldado cualquiera, un G. I. (recordemos la cinta G. I. Joe) y Mishima terminó como alguien muy cercano a mi propia biografía.
¿Qué es para ti el homoerotismo?
Soy un homosexual muy peculiar: lo asumo desde que comencé a escribir, pero no me considero un activista pleno. Vivo (ahora casado) desde hace 30 años con la misma persona y para muchos eso es convencional o heteronormativo. No me importa: considero que ser homosexual no significa ser revolucionario nada más porque sí. Hay muchos homosexuales de vida marginal y pretendidamente rebelde que son más frívolos e hipócritas que otros que hacemos activismo con la literatura. El erotismo entre hombres es una realidad no sólo en los homosexuales: por suerte, las nuevas etiquetas (que no me convencen, pero son necesarias) como la de no binarios, fluidos, etc., han dado libertad a las manifestaciones que persiguen la manifestación de los deseos, impulsos sexuales y cercanía física entre varones, pero también las exploraciones de manifestaciones emocionales distintas. Lejos ya de cartabones también específicos de la homosexualidad de los años 70, los hombres actuales pueden ser homoeróticos, homoafectivos o lo que quieran sin tantas trabas o prejuicios. Y esa parte me interesa en mi trabajo. Sin embargo, no considero que mi obra sea homosexual. No me gustaría limitarla sólo a eso.
Curiosamente, “Enola Gay” recibió el premio que lleva el nombre de otro poeta homosexual mexicano, ¿qué supone esto para ti?
Carlos Pellicer fue una influencia en mis inicios. Sus “Esquemas para una oda tropical” marcó mi primer libro (“Voluntad de la luz”) con un peso similar al de “Muerte sin fin” de José Gorostiza. Ambos tabasqueños y pertenecientes al grupo de los Contemporáneos. Me honra ser amigo de Dionicio Morales, poeta que fue secretario de Pellicer, y cada que nos vemos es un deleite escucharlo hablar de Pellicer o Abigael Bohórquez, otro de mis poetas más queridos. Además, Tabasco es la tierra de José Carlos Becerra y de Francisco Magaña, un poeta y editor que representa, como los ya mencionados, esa tierra fértil en la poesía. Conseguir este premio es un honor porque lleva el nombre de un gran poeta. La etiqueta homosexual es secundaria. Y perdona si insisto con lo mismo. Que valore la obra de Hart Crane, de James Merrill o John Ashbery rebasa el que sean homosexuales. Me alegra que lo sean, me identifico más como lector de su trabajo. Pero leo a los poetas por su obra; no me interesa si se acuestan con alguien de su sexo o siguen en el closet. Pellicer no asumía su homosexualidad como lo hacemos ahora. Y eso no rebaja y tampoco enaltece lo que hagan los jóvenes ahora. La poesía se defiende por sí misma.
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