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Clásicos instantáneos

La vuelta de Elvis Costello

Enrique Blanc

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A sus 66 años, Elvis Costello sigue ofreciendo álbumes que demuestran no sólo su creatividad, asimismo la vigencia de una obra que no tiene una querencia determinada hacia un género en particular sino, para bien de la música y de quienes le seguimos el rastro con atención, una apertura para echar mano de cuanta sonoridad se le atraviese en el camino a manera de inspiración. Hey Clockface, su álbum más reciente a la fecha —lanzado en octubre de 2020—, es otro racimo de composiciones que se movilizan hacia diversos rincones musicales, tal como lo hizo en otros discos que son referencia de la amplitud de su imaginación, digamos Spike (1989), When I Was Cruel (2002) o Momofuku (2008), tres de su fértil producción que si bien tienen un vínculo evidente hacia el rock, de igual manera se desvían hacia otros estilos.

Dicho esto, que nadie se extrañe si “Revolution #49”, la pieza que abre Hey Clockface, una casi instrumental —Costello recita algunos versos y repite frases como: El amor es aquella cosa que podemos salvar”—, suena más bien a algo proveniente del medio oriente.

De igual manera, no es raro que la segunda en turno, “No Flag”, esté montada en guitarras eléctricas que caracolean y suenan a tope, exhibiendo el lado rock más determinado que también tiene un lugar afianzado en su cabeza. Y es que si bien Costello ha tenido el criterio suficiente para incluso moverse hacia la composición clásica, como hizo en aquel álbum Il Sogno (2004) —editado por la prestigiada casa disqueras Deutsche Gramophon—, o bien en aquél otro donde se acompaña del Brodsky Quartet, el sublime The Juliet Letters (1993), referencia base es el sonido electrificado que evoca sus primeros álbumes, cuando se le asociaba con la generación atada a la new wave.

Pero la vehemencia que marca a muchas de sus canciones no está para nada divorciada del gusto que el británico tiene también por las baladas reposadas y melancólicas, algunas de ellas de sonido más acústico como sus clásicas “Allison” y “Almost Blue”, dos de sus mejores, que aquí empatan con “They’re Not Laughing At Me Now”, tercera en orden de Hey Clockface, y con “The Whirlwind”.

Destacan tres que en particular me llaman la atención: “We Are All Cowards Now” de aire cinematográfico, “Hetty O’Hara Confidential” afilada y experimental, y “Radio Is Everything”. Ésta última, con créditos de composición para Bill Frisell y Nels Cline de Wilco, es más un ejercicio de spoken word en el cual Costello, entre otras cosas, exalta el poder de la voz para comunicar. En ella dice: No tienes que ver mi rostro / La radio lo es todo / No tienes que saber mi nombre / La radio lo es todo.

Un disco muy en el tono en que Costello ha asumido su arte en años recientes, buscando dar rienda suelta a todas y cada una de las muchas pasiones que como amante de la música ha desarrollado, en una carrera que además a menudo corrobora su vigencia y su continuidad.


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