Uno de los discos aparecidos en 2020 más logrados en el rock nacional es Entre la niebla, el álbum número 12 en la discografía de La Barranca. No sólo pesa a su favor el carácter del mismo: una serie de reflexiones que su fundador y líder, José Manuel Aguilera, ha tenido en relación a la pandemia que hemos padecido a nivel global; también lo hace la cohesión musical que el hoy quinteto exhibe en su sonido, luego de tocar juntos por un buen tiempo.
Ejemplar resulta el proyecto de Aguilera, quien ha fincado su esencia en la pertinencia y pulcra factura de sus canciones, a la par del sello distintivo de su voz y su guitarra, una de las más dotadas del rock mexicano de décadas a la fecha. Y es que La Barranca ha demostrado una capacidad poco común para saber reinventarse en las distintas etapas que ha transitado, en las que sin importar los instrumentistas que se suman a sus procesos de trabajo, el nivel de calidad al que nos tiene acostumbrados no pierde altura. Entre la niebla, como Aguilera relata, surgió a partir de los sentimientos que le detonó el fallecimiento de su amigo cercano, el pintor Enrique Alcaráz, “quien inesperada y lamentablemente nos dejó a principios del año pasado, cuando arrancaba justo la terrible pandemia de Covid.” Suceso que, como explica el cantante, “es uno de los motivos, uno de los impulsos que hay detrás de la decisión de hacer todo este disco.” De hecho, “Sueño de orquídea”, el primer track de Entre la niebla, evoca una experiencia vivida por Aguilera en compañía de Alcaráz en los jardines surrealistas de Edward James, en Jilitla, Oaxaca. Sobre ésta concluye: “Siento que el jardín surrealista también puede verse como una metáfora de la existencia, de la vida, que muchas veces se desarrolla ante nuestros ojos de maneras inexplicables e incomprensibles, ilógicas incluso, y que más bien parece que ha sido diseñada con la lógica de un sueño.” Uno de los versos de la canción alude al desconcierto que nos genera el hecho de estar vivos, como apunta su autor: Al fondo del jardín / Escucho mi propia voz / Murmurando en un dialecto que no logro traducir.
Otra canción que consigue transmitir el desasosiego que la pandemia ha traído a nuestros días es “Nada tiene paz”, en la que Aguilera canta: Nada tiene paz en esta noche / Mi sangre vibra con oleaje alerta… Sobre ésta, el músico explica: “El año pasado, cuando se decretaron ya de manera ineludible las condiciones de la pandemia de Covid en el país y en el mundo, yo me fui a refugiar a una casa en Valle de Bravo, un pequeño pueblo cercano a la Ciudad de México, a las orillas de un lago (…) Ahí estuve escribiendo canciones, una vez que habíamos tomado la decisión de hacer un disco (…) Y ésta, que fue una de las que personalmente más me gusta cómo quedó en el disco, toma muchos elementos de ese entorno: el lago del que hablo, es el de Valle de Bravo; los bichos, son los que yo veía en el entorno boscoso de la cabaña.” En cuanto a su aspecto musical, Aguilera agrega: “Nos obligó a todos a hacer un ejercicio de contención, para ser fiel a lo que buscaba la canción. En ese sentido, tocamos muy poco, y me parece que es la canción más zen del disco.”
Una más de las 10 que lo conforman Entre la niebla con título por demás elocuente respecto al contenido del álbum es “Sin temor ni esperanza”, cuya letra dice: Trato de continuar / Trato de persistir / Ante el embate intransigente / De la realidad hostil que veo venir. Otra es “Pandemónium”, la que alude al vacío de las ciudades durante la pandemia, particularmente la Ciudad de México. Aguilera habla sobre ella: “No es una crónica, son varias escenas que se intercalan. Y también está presente, por supuesto, el deseo de que todo vuelva a la normalidad, y poder caminar de nuevo por las calles de la ciudad.”
Un álbum que sirve y servirá de testimonio de los momentos sofocantes y desconsoladores que hemos tenido durante los últimos meses, elaborado con la pasión característica de una de las bandas más capaces, refinadas y potentes del rock que se hace en nuestro país.
LAT