En el universo musical la participación de la mujer ha incrementado como nunca antes. Durante 2020 presté atención a una serie de álbumes de compositoras que se mueven por el camino de la canción. Una de las más celebradas fue Fiona Apple, cuyo Fetch the Bolt Cutters fue distinguido por el diario británico The Guardian como el Álbum del año. Otros discos de trovadoras destacadas de los que hablamos en esta columna fueron: Song For Our Daughter de Laura Marling, Punisher de Phoebe Bridgers y Land of No Junction de Aoife Nessa Frances, los tres figurando en distintos conteos de los mejores trabajos de los 12 meses del año de la pandemia. Pero éste no es el único ámbito donde el talento femenino brilló. La música electrónica tiene también discos para celebrar en 2020 y en esta entrega referiré a algunos de ellos.
Inner Song de la galesa Kelly Lee Owens ofrece electrónica experimental en diez tracks colmados de imaginación. Beats que no obedecen a estructuras rítmicas sino que más bien plantean derroteros sinuosos en los que siempre hay lugar para sorpresas sonoras; descripción que bien puede aplicarse a “Arpeggi”, su primer track. En “On”, su siguiente, más atmosférico, Lee Owens suma su voz suave a una canción que resulta tan futurista como seductora. “Melt!”, a continuación, recurre más a una cadencia techno como hilo conductor, sobre el cual la residente de Londres juguetea con sus instrumentos. “Re-Wild” retorna al ambient y es una más en la que ella canta. Presencia de lujo es John Cale en “Corner Of My Sky”, otra que constata la desbordada creatividad de la productora, aunada a la inconfundible voz del músico también galés, otrora parte de Velvet Underground.
Workaround de la multi-instrumentista Beatrice Dillon es, nada menos y nada más, el álbum que la prestigiada revista The Wire ha elegido como su mejor de 2020. Se trata del disco debut de esta canadiense que con total espíritu lúdico crea piezas musicales en las que todo puede suceder. De acuerdo con lo que consigna su portal en la plataforma Bandcamp, “combina su amor por la música sincopada de club británico con influencias afrocaribeñas, y un acercamiento experimental a la composición moderna y a la fusión estilística, usando sampleos llenos de inventiva y luminosas técnicas de mezcla adaptadas del pop moderno…” Catorce tracks hipnóticos sin título alguno que tan sólo se enumeraron para poder hacerlos reconocibles. Un trabajo en el que además de encargarse de los recursos electrónicos, Dillon toca bajo, sintetizadores y varios instrumentos de percusión como tabla y darbouka.
Loom de Katie Gately es otra delicia de electrónica experimental. Su experiencia viene de haber remezclado canciones de Björk y Zola Jesus. El álbum fue compuesto mientras la productora y diseñadora de sonido de Los Ángeles acompañaba a su madre en el doloroso proceso de combatir el raro cáncer que finalmente le robó la vida. Por ende, el disco no esconde el carácter dramático de esa experiencia en piezas como “Ritual”, la que lo abre, donde ella solamente susurra a lo largo de una secuencia de capas sonoras. “Allay”, su segundo track, tiene un aire funerario montado en una percusión que parece extraída de una procesión y un juego de voces sobre las que Gately canta. “Bracer” acelera el pitch, permitiéndose sonar más rítmica y de nuevo exuberante como el resto del álbum. Y “Tower”, una de las mejores, va mutando en sonoridad a medida que avanza, eso sin hacer a un lado la fuerza instrumental de un álbum que parece la metáfora musical del viacrucis de su autora. Una obra donde la estadounidense utilizó sampleos extraídos de la reverberación de un terremoto, buscado así reflejar en su música la magnitud de su pena.
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