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Zona diversa

Rabia y redención travesti

Omar Gómez

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“Las travestis estamos aquí desde antes de la Colonia, vivíamos en paz en ciertas civilizaciones, somos tan antiguas como las primeras culturas de Latinoamérica. Éramos importantes porque orientábamos la vida espiritual de muchas tribus, fue la invasión católica en nombre de la corona de España la que nos arrojó a los perros para que nos comieran, nos quemaron, nos torturaron y les enseñaron el odio a quienes antes vivían en paz con nosotras”, expresa orgullosa desde Argentina Camila Sosa Villada, primera mujer trans en ser distinguida con el Premio Sor Juana Inés de la Cruz que otorga la Universidad de Guadalajara.

El galardón lo obtuvo con la novela “Las Malas”, que resulta una crónica distinta a todas, un relato de infancia, un cuento de hadas y de terror, un retrato de grupo, un manifiesto político cargado de rabia y redención en el que convergen las dos facetas trans que más repelen y aterran a la “buena sociedad”: la furia travesti y el festejo por serlo. “Es un canto al travestismo, cómo yo lo viví, cómo sentí que se lo tomaban mis padres, cómo sentí que se lo tomaba el pueblo de donde yo era. A pesar de que el libro fue escrito entre 2017 y 2018, comenzó a escribirse desde el día en que nací”, confiesa la autora.

¿Cómo fueron tus inicios en la literatura?

Lo cuento en “El Viaje Inútil”, que es el libro anterior a “Las Malas”. Con pelos y señales. Llegué sin buscarlo, sin saberlo, sin ambicionarlo. Me enseñaron a leer y a escribir, mis propios padres, antes de comenzar la escuela y luego, se volvió inevitable. No tengo rito iniciático. No recuerdo cómo empezó, pero en determinado momento de mi vida, tal vez gracias a las tareas que dejaban las maestras sobre redacciones y esas cosas, me vi metida en este pantano de escribir y escribir sin poder evitarlo. Un día entendí que además esto podía ser un trabajo y las cosas cambiaron un poco, en el sentido de que tenía que continuar viva, que debía sobrevivir si quería ser escritora.

¿Qué supone para ti el arte de escribir?

Es algo que viene conmigo. Es como hacer el amor o cocinar o mirar una película en blanco y negro o ir a emborracharme a mi bar preferido. Las cosas de ese orden, cosas que se hacen todos los días, involuntariamente como respirar o tener sueño, no representan nada. No pongo ahí ninguna imagen, ningún fantasma. Me ocurre esto, soy esto, escribo, mi cuerpo se encorva y sufre mi espalda por las horas mal sentadas frente a la computadora. Pero es parte de mí. No hay representaciones. Soy yo misma, viviendo.

¿En qué te inspiraste para crear “Las Malas”?

Fue escrito durante un distanciamiento de alguien que quería mucho. Todo el mundo preguntándose si es autobiográfico o no, todo el mundo hablando de lo conmovedor que resulta, lo desconocido que evidencia respecto a las travestis, todas cosas que nunca pensé mientras lo escribía. Fue una escritura ciega, tal vez guiada por un instinto muy propio de las travestis, seguí la vida y escribí el libro. En el camino, su editor, Juan Forn, evitaba que cayera en algunos pozos. También en una exigencia constante a dar respuestas que no tengo. La constatación de lo ignorante que soy y lo incapaz de hacer lobby con mi propio libro.

En la novela encuentras belleza en la abyección, a la manera de Jean Genet y Pedro Lemebel, quienes también narraron historias similares, ¿qué opinión tienes de ellos?

Jean Genet es un lindo recuerdo: hicimos con unos amigos una versión muy pobre de “Las Criadas” en la facultad, que llamamos “Mugrientas”. Nos divertimos mucho haciéndola. Recuerdo que el profesor de formación actoral nos puso un diez y nos felicitó por haber elegido hacer una de las obras de teatro más difíciles que existen para representar. Pedro Lemebel para mí es la inteligencia. A menudo pienso en él cuando respondo entrevistas, en qué hubiera respondido él frente a algunas preguntas y me divierte elucubrar sus reacciones, porque era de armas tomar. Lemebel hablaba de cosas tan necesarias para nosotras, las travestis, hace treinta años atrás, dejaba por escrito algo que aún hoy me resulta imposible disociar: pobreza y travestismo y en el medio, bailar, coger, reír a pesar de todo.

¿Cómo te sientes por recibir el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2020 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara?

Me sienta muy bien el dinero, me sienta muy bien armar alboroto entre los conservadores que se alarman de que el premio se otorgue a una mujer trans, me sienta muy bien estar vengando a través de la belleza, a través del lenguaje el aburrimiento mortal del oprobio, la obviedad, la impotencia y la maldad de una sociedad que cada día se despierta dispuesta a matarnos, a vernos muertas. Pienso en los afroamericanos, que dejaron para siempre la música más exquisita que puede oírse, que es el jazz. Pienso en Billie Holiday, en su sufrimiento y sin embargo, su venganza, su eternidad cuando suena en una reunión su interpretación de “Body and Soul” o “Don’t Explain”. Finalmente, yo también dejo un tajo en esa superficie lisa que es la cultura blanca, de clase media, estudiosa y piripipí. Yo he dejado una estría en esas pieles. Y ha sido de la manera más dulce: con una ficción.

“Las Malas” será traducida a otros idiomas, ¿qué representa llegar con tu obra a otras culturas?

¡Está siendo traducida cariño! Lejos de resultarme en baños de orgullo y prestigio y emociones de todo tipo, algo muy burgués por otro lado, a mí me da miedo, muchísimo miedo constatar que al lugar donde vaya con “Las Malas”, constataré que las travestis estamos escondidas, prostituyéndonos, peleando por un miserable pronombre femenino, para que se nos nombre en femenino. Ir a todos esos países es volver 30 años atrás cuando me perseguían con piedras en el pueblo.


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