La capirotada es un postre peculiar que en momentos está a punto de desaparecer y luego regresa con nuevas fuerzas. Puede que lo hayas visto en varias ocasiones en tu vida entre panaderías, visitas a la abuela o incluso como regalo, sin saber toda la historia detrás de este platillo que se come únicamente en cuaresma. Si bien existen varias teorías alrededor, hay una en especial que señala que la capirotada podría tener un antecedente que se remonta al Imperio Romano.
En este caso se trata de la Sala Cattabia, el cual consistía en pedazos de pan remojados en agua con vinagre acompañados con leche, pepinos, hígado de pollo entre otros ingredientes que se iban alternando en forma de capas. Como podrás ver, en ese entonces se trataba de un plato salado, el cual evoluciona en España con el nombre de almondrote: rebanadas de pan remojadas en caldo alternado con carne. Otro posible candidato como predecesor de la capirotada es la sopa de capirotada, la cual incluía lomo de cerdo y salchichas.
Entre los supuesto en la historia de la capirotada, se dice que su nombre lo toma del capirote, el gorro que llevan los monjes que participan en la procesión de Semana Santa. Una vez llegado a la Nueva España, los pobladores deciden retirar la carne a fin de obtener un platillo económico. Así, poco a poco este platillo va sufriendo cambios hasta llegar a la versión dulce que conocemos hoy en día y que puedes encontrar en estados como Chihuahua, Coahuila, Durango, Sinaloa, Nayarit, Zacatecas, Sonora, Michoacán, Jalisco, Guanajuato y Nuevo León entre otros.
Al ser un postre modesto, se popularizó como una opción para la vigilia, este momento donde se procura la austeridad y la simpleza. También hay quienes señalan ciertos simbolismos religiosos en los ingredientes involucrados. Por ejemplo, el pan hace alusión al cuerpo de Cristo, mientras que su sangre es representada por la miel de piloncillo; la canela es la cruz, así como los clavos refieren a las herramientas con que fue crucificado y el queso simboliza el manto de su sepultura.
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